jueves, 26 de mayo de 2016



La guerra en la Edad Media fue una de las principales formas de detentar el poder. Los señores feudales se involucraron en guerras por el afán de obtener mayores riquezas. Los caballeros formaron la base de los ejércitos medievales. Valientes, leales y dotados con escudos, cascos y espadas, representaron lo que había más de noble en la época medieval.


Guerra, ejércitos y su relación con el poder político y administrativo
Desde la caída del Imperio romano a la Baja Edad Media asistimos a una presencia masiva de la infantería en el campo de batalla, independientemente de que en amplios contextos, donde se producían choques con pueblos germánicos, ésta no fuera predominante como hemos apuntado anteriormente. En la Alta Edad Moderna, para el caso de Bizancio, el asedio aún no constituía la técnica fundamental de conducir la guerra. Belisario derrotó a los vándalos en la batalla de Tricamerón (535) cayendo así su reino en manos imperiales tras una muy contundente ofensiva, por lo que el asedio resultó completamente superfluo, incluso a la hora de capturar ciudades fortificadas a conciencia en el norte de África.

Asedio de Atenas por las tropas bizantinas de Alejandro el Grande.  Ilustración del siglo XIV

Sin embargo, el dominio de la Península Itálica estuvo a merced de estudiados asedios que destacaron por la persistencia en los mismos, siendo necesarias dos décadas para rendir las principales ciudades de esta área al poder bizantino. La movilización masiva de la infantería y los asedios prolongados fueron la tónica general en el debilitamiento de del Imperio bizantino, lo que sumado a las campañas contra los ostrogodos en el 552 y contra el Imperio Persa en el 628 facilitarían considerablemente la conquista de la región oriental del Imperio por los ejércitos islámicos de los siglos VII y VIII, cuando éstos últimos se apoderaron de Palestina, Siria, Egipto y, posteriormente, una parte de la Península Itálica.
Pese al desgaste, a mediados del siglo IX, Bizancio demostró ser capaz de poner en pie un ejército de 120.000 hombres, otro de campaña de 25.000 y, finalmente, otro ejército provincial de hasta 55.000 efectivos. Esto fue posible apoyándose en una base demográfica de unas 8 millones de personas. Las dificultades, por tanto, parecen señalar una tendencia a que estados no consolidados ni suficientemente unificados pusieran en liza grandes ejércitos, lo que a la larga supondría la conquista del territorio romano oriental por tropas musulmanas así como la fragmentación del Imperio carolingio en múltiples estados.

Miniatura ilustrada de la Batalla de Poitiers, en la Guerra de los Cien Años
Si el peso de la infantería fue significativo y la mayoría de las veces preponderante desde principios de la Edad Media, no es menos cierto que, a partir de la Baja Edad Media, la caballería no sólo no se mantiene en un plano secundario sino que afirma su importancia. Durante la Guerra de los Cien Años, generalmente fechada entre 1337 y 1435, los franceses recurrieron a la caballería para atacar a los ingleses en Crécy, en 1346, y Poitiers, en 1365.
Batalla de Crècy

Los ingleses prefirieron basar su defensa en la infantería al verse obligados a desmontar para resistir la carga de la caballería manteniendo una formación compacta, lo que hizo que, transcurridos los primeros momentos del combate, Inglaterra pudiera pasar a la ofensiva, utilizando la caballería para llevar a cabo devastaciones sistemáticas de las principales fuentes de riqueza del territorio francés así como de sus infraestructuras.
Ello llevaría a Eduardo III a ampliar su soberanía sobre territorios que abarcaban una tercera parte de Francia en 1360. Se estaba imponiendo esta vez un modelo basado en fuerzas militares considerablemente más pequeñas que aquellas que fueron movilizadas en la Alta Edad Media, reclutadas ahora y conforme nos acercamos al siglo XV entre la población autóctona a cambio de un sueldo en reinos de gran tamaño como Francia e Inglaterra -la relajación de los vínculos feudovasalláticos en materia de guerra obligaban a ello- o, en el caso de estados de menor tamaño, al reclutamiento de soldados foráneos, en definitiva, mercenarios.

El Sitio de Orleans

No podemos descartar por otra parte que el debilitamiento de este vínculo feudovasallático en caso de guerra estuviera directamente relacionado con la centralización del poder político y administrativo en manos de un monarca u otro modelo análogo de soberano que, en el siglo XVI, daría lugar al surgimiento del llamado primitivo Estado moderno.

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