Las ropas
usadas en el Imperio Romano ya habían caído en desuso, como la toga (larga tela
que se envolvía en el cuerpo) que caracterizó la indumentaria masculina del ciudadano
de las primeras épocas romanas, debajo de esta prendas, como ropa interior se
usaba la túnica de lana, mientras la mujer casada lucía la estola, parecida a
la toga masculina, y cubría sus hombros con la palla.
Los
tejidos de punto y malla son característicos de esta nueva etapa, conocida como
Edad Media, que se inicia en el año 476.
Los
bárbaros introdujeron la costumbre del uso de bragas que cubrían las piernas,
prendas semejantes a los pantalones, o las calzas, éstas adheridas a la pierna,
bordadas y adornadas, ajustadas ambas en las pantorrillas, por medio de correas
entrecruzadas. Los nobles las usaban de color rojo. Las túnicas, que antes
carecían de mangas o las poseían muy cortas, ahora las anexaron.
Se siguieron usando
las capas de lana rectangulares (clámides) adquiriendo mayor amplitud. Los
bárbaros usaban generalmente dos tonos de ropa, el lado izquierdo no era del
mismo color que el derecho.
El
mundo bizantino, aportó su lujo y su nueva variedad de telas. Sobre todo se
agregó la seda y los ricos bordados en oro y piedras preciosas. Los flecos y
adornos predominaban en sus trajes que poco a poco fueron infiltrándose en la
zona occidental, por ejemplo con el uso del manto semicircular, agarrado desde
el hombro derecho, ya que no tenía ningún agujero para pasar la cabeza. El
manto era símbolo de status, y no sólo para protegerse del frío. Los mantos
oscuros simbolizaban que la persona atravesaba un período de duelo.
También con la
invasión árabe se comenzaron a utilizar nuevas telas, y en aquellos pueblos que
no lograron escapar a su dominio, se impuso su singular vestimenta de anchos
pantalones (zaragüelles), el uso de la faja, el turbante y la túnica corta abotonada
y ajustada (aljuba).
Cuando
los españoles iniciaron la Reconquista, emprendieron la campaña usando la
camisa como ropa interior, y luego varias túnicas superpuestas, que terminaban
con el rial, ceñido al cuerpo hasta la cintura (jubón) y que luego se ampliaba
en volados, que poco a poco fueron dejándose de usar. Era abotonado y decorado
con bordados.
Se
continuaron usando las túnicas talares, llamadas así porque llegaban hasta los
talones, denominadas gonel y encima un sobre-gonel.. Éste fue evolucionando,
agregándosele un cuello o esclavina recibiendo el nombre de garnacha. Este
cuello luego fue descartado, y la prenda se hizo más corta, siendo el
antecedente de nuestro gabán.
El
pellote era una especie de vestido largo y abrigado ya que se forraba
habitualmente con piel de conejo. Las cabezas eran adornadas con sombreros cilíndricos
o birretes.
Para
la guerra se usaban cotas de malla, sobre túnicas de lana, armaduras, escudos y
yelmos de hierro, pues las luchas eran cuerpo a cuerpo, y cinturones para
sostener las espadas.
En
cuanto a las mujeres, se hizo común el uso de faldas de forma cuadrada, con un
agujero en la cintura y cuatro picos en el extremo inferior. Predominaban las
líneas rectas y las mangas ajustadas. Cubrían sus cabezas con cofias o tocados,
sujetas con cintas que se ataban debajo de la barbilla. Se protegían del frío
con mantas o capas. También al igual que los hombres, usaban pellotes. No
usaban calzas ya que las piernas no se cubrían.
Los
religiosos, de gran influencia en el cristiano mundo medieval también contaban
con ropas típicas, muchas de cuyas características aún subsisten. Para las
grandes ocasiones, los obispos usaban la mitra, o toca alta y puntiaguda, el
báculo pastoral (bastón); la capa, y la dalmática, túnica abierta por los
lados, en muchas ocasiones finamente adornada, con hilos de oro y plata. En
cuanto al calzado, ambos sexos usaban una especie de zapatillas abiertas
fabricadas con cuero, de cabra para las clases más adineradas, o de vaca para
el común de la población. A veces, los hombres llevaban botas.
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